Bajo el título "Navegantes de marismas. 2000 años de secretos hundidos", la exposición, que estará abierta hasta el próximo 2 de julio, da a conocer por primera vez y de manera interactiva los resultados de las campañas de excavación subacuáticas desarrolladas por el Centro de Arqueológica Subacuática de Cataluña (CASC), en los yacimientos de Cap del Vol y Cala Cativa, entre 2012 y 2016.
El comisario de la muestra, Gustau Vivar (izquierda), arqueólogo responsable del CASC, ha explicado hoy que "los restos excavados han permitido dar a conocer un sistema de construcción de barcos arraigado en el mundo ibérico y que todavía se encuentra en estas naves del siglo I a.C., ya en plena época romana".
"De hecho, en uno de los apartados de la exposición, se muestran algunos de los elementos de uso cotidiano encontrados en los barcos, como vasos o platos, pero también una moneda íbera votiva, que ya entonces estaba fuera de uso, pero que los marineros colocaron en el casco para ahuyentar los malos augurios".
Clavijas, lengüetas, quillas, mástiles, plomos, que servían para determinar la profundidad de las aguas, y fragmentos de ánforas utilizadas para exportar vino son algunas de las piezas arqueológicas reales que han llegado a nuestros días "en muy buen estado de conservación, provenientes especialmente del yacimiento Cap del Vol".
Además de contemplar las piezas originarias, el visitante puede ensayar el sistema de construcción de estos barcos en diferentes maquetas y ver el proceso globalmente en una reproducción de casi diez metros.
Los dos pecios estudiados fueron excavados a profundidades de más de 25 metros cerca de Port de la Selva (Girona) y estaban concebidos para la navegación fluviomarítima aprovechando las zonas lacustres y de marismas de la costa catalana.
En el interior de los barcos, que podían llegar a tener 15 metros de eslora, por 5 de ancho transportaban 400 ánforas, de 40 kilos cada una que contenían vino elaborado en la antigua Baetulo, hoy Badalona.
Foto: El Cap del Vol, un pecio de finales del siglo I a.C., está situado a unos 25 metros de profundidad y cerca del Port de la Selva, en la provincia de Girona. © CASC
Según el comisario, estos lotes importantes de vino estaban destinados al puerto de Narbona, que hacía de redistribuidor hacia el interior de Europa y su zona Atlántica.
Una de las piezas más interesantes son el importante conjunto de tapones de corcho recuperados durante la excavación, ha destacado Vivar, "tapones que presentaban un orificio central destinado a la salida de gases durante el proceso de fermentación del vino".
Fuente: elperiodico.com | 5 de abril de 2017
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