La vasta región que se localiza al sur del Cáucaso ha podido ser decisiva en la evolución humana de Europa. Los habitantes de los países de esa región: la República de Georgia, Azerbaiyán y Armenia se consideran europeos. Es difícil trazar una línea imaginaria que separe Asia de Europa. Estos países se encuentran a medio camino entre la Europa occidental más genuina y los países asiáticos. Con independencia de esta cuestión, la región ha tenido una enorme inestabilidad política durante todo el siglo XX, particularmente cuando los tres primeros países citados consiguieron la independencia tras la desintegración de la Unión Soviética. Las diferencias étnicas, aderezadas por la práctica de religiones diferentes, han sido un caldo de cultivo para los enfrentamientos armados. La historia reciente de esta región merece un estudio muy profundo, del que los europeos apenas tenemos noticias. Por su importancia, merece la pena destacar la pugna entre Armenia y Azerbaiyán por la región de Nagorno-Karabakh, de mayoría étnica armenia y religión cristiana. De facto, se considera que esta región es parte integral de Azerbaiyán, pero sus habitantes tienen lazos muy fuertes con Armenia. En 1991 esta región se autoproclamó como república (República de Artsakh), muy ligada desde el punto administrativo a este último país.
Este problema ha dificultado enormemente el estudio de yacimientos de gran interés para la evolución humana de Europa. El llamado Corredor Transcaucásico ha sido zona de tránsito y estancia de poblaciones humanas desde el Pleistoceno Inferior. En el sur del vecino país de Georgia se localiza el famoso yacimiento de Dmanisi, que ha proporcionado los restos humanos más antiguos de Eurasia. Cabe pensar que en esta región podrían encontrarse yacimientos de la misma antigüedad y cabría la posibilidad de estudiar la evolución de los primeros eurasiáticos, hasta el establecimiento de los neandertales y más tarde de las poblaciones modernas.
En la región de Nagorno-Karabakh se localiza el yacimiento de Azokh, que actualmente está siendo investigado por un equipo internacional, con un amplio elenco de investigadores españoles. Hace pocas semanas tuve la oportunidad de reunirme con la responsable del proyecto, la Dra. Tanya King, que excavó en los yacimientos de Atapuerca en 1993, cuando todavía realizaba su tesis doctoral. Su entusiasmo por la protección de este yacimiento y los que se localizan en cuevas próximas es encomiable. Y no es para menos, porque el yacimiento de Azokh puede ser solo el inicio de la investigación de una región importantísima para conocer el devenir evolutivo de Europa.
El yacimiento fue descubierto por un equipo de la Academia Nacional de Ciencias de Azerbaiyán en 1960, bajo la dirección de Mammadali Huseynov. El hallazgo en 1968 de un fragmento de mandíbula humana, datado en unos 300.000 años de antigüedad, puso a este yacimiento en el mapa. Pero la inestabilidad política en la región impidió que las excavaciones cobraran la importancia que merecían. En 1986 fue ya imposible trabajar en la región debido al conflicto armado entre la República Soviética de Armenia y La República Soviética de Azerbaiyán por el control de Nagorno-Karabakh. Pero hacia mediados de la década de 1990 se puso en marcha la expedición internacional, que ha vuelto a reverdecer el interés de este sitio, gracias a la reciente publicación de una extensa monografía publicada por la editorial Springer.
La Dra. King me refirió las enormes dificultades para acceder a este yacimiento, al que únicamente se puede llegar a través de la frontera de Armenia. Sin duda, la nuestra es una profesión no exenta de riesgos, sobre todo si deseamos conocer el pasado en lugares con inestabilidad política, donde la vida de las personas puede estar en juego y donde el patrimonio tiene poca o ninguna importancia. Y no solo es importante excavar en el yacimiento de Azokh, sino buscar nuevos lugares de investigación en esa vasta área del sur de Cáucaso. Esta región actuó como lugar de refugio durante las épocas glaciales, como sugiere la presencia estable de las especies recuperadas en los niveles arqueológicos y paleontológicos del yacimiento de Azokh. Sería algo así como una reserva natural en los tiempos difíciles, tras los cuales las especies ganarían territorio con su expansión hacia puntos lejanos. Esta región se uniría así a otras del suroeste de Asia, consideradas por su situación geográfica como puntos calientes de biodiversidad, en las que pudo suceder la evolución in-situ de poblaciones humanas que tomaron parte en la colonización de Europa durante el Pleistoceno.
Fuente: quo.es | 20 de febrero de 2018
Atribución de la publicación original:
De: Historia y Arqueología
Publicación: http://www.historiayarqueologia.com/2018/02/el-corredor-transcaucasico.html
Autor/Editor: El Rincón de Aníbal
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